Por Jorge Cortina
Como la mayor parte de las actividades humanas, la minería implica varias acciones que tienen impacto ambiental. Una de las alteraciones más importantes se asocia con el consumo de los recursos naturales disponibles en el subsuelo, un proceso que requiere, entre otras cosas, del uso intensivo del agua.
El agua es una parte vital para los procesos de exploración, explotación y otras acciones destinadas a la obtención y tratamiento de los minerales. Además, en la minería a cielo abierto el agua se usa para regar las vías internas de acceso, a fin de reducir el polvo en el aire, mientras que, en la minería subterránea, se busca extraer el agua acumulada en el subsuelo para permitir la actividad minera.
Por lo tanto, la industria puede tener un gran impacto ambiental en los recursos hídricos del área que ocupa, ya que el suministro de agua requerido suele ser muy alto. Además, el líquido utilizado puede quedar contaminado por relaves o embalses de rocas estériles, así como por sustancias químicas o bacterias.
En México, el Inventario Nacional de Sitios Contaminados (INSC) elaborado en 2019 por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) indicó que existían 632 sitios altamente contaminados, de los cuales 84 se relacionan con actividades mineras. Ante esta situación, la minería ha intentado en los últimos años fomentar el uso del agua de manera más eficiente; mediante estrategias de gestión que pretenden mitigar el impacto ambiental de esta industria.
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Entre las medidas adoptadas destaca la introducción de tecnologías para reducir la demanda y aumentar la oferta de agua; en particular la recirculación del agua utilizada en las minas. También han instalado estanques de evaporación como una alternativa para reducir el volumen total de agua que se debe retirar, tratar y descargar.
Asimismo, se han implementado equipos de espesamientos con alta concentración de sólidos, e igualmente se procura la ubicación en sitios con fácil control de filtraciones para el tratamiento del agua. En otros casos se ha optado por el uso de agua desalinizada o agua de mar en las actividades de extracción y transportación.
El tratamiento del agua de explotación minera ha servido para reducir la huella hídrica de las actividades del sector. En este sentido, comienza a situarse como una industria central para el tratamiento descentralizado de agua. En México, por ejemplo, Fresnillo plc indicó que sus proyectos de minerías más recientes cuentan con sistemas de drenaje en sus minas subterráneas; los cuales facilitan el tratamiento de aguas a partir de una ubicación eficiente de pilas de lixiviación y desperdicio de rocas.
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A su vez, la minera canadiense Almaden Minerals anunció en agosto que su mina de oro y plata en Puebla utilizará agua de la lluvia que almacenará en dos presas que construirá cerca del río Tecolutla. Incluso, adelantó que podría entregar a las comunidades aledañas el líquido que no utilice.
De manera similar, en septiembre Minera Peñasquito llegó a un acuerdo con la Comisión Nacional del Agua (Conagua); a fin de ceder su derecho a utilizar 5 millones de metros cúbicos de agua anuales obtenidos del valle del semidesierto de Mazapil, en Zacatecas. Además, Peñasquito se comprometió a invertir 100 millones de pesos en obras para mejorar los servicios de agua potable; drenaje y saneamiento de la población, así como para fomentar el reúso de este recurso para la agricultura local. Con estas medidas, la industria minera busca reaccionar a la estrechez hídrica de algunas regiones, así como a los reclamos sociales asociados con una mayor conciencia ambiental en el uso del agua.
Impacto ambiental y uso correcto del agua en actividades mineras