Si bien la minería tiene impacto en las condiciones medioambientales de las zonas donde se lleva a cabo; en los últimos años el sector ha desarrollado diversas estrategias de sostenibilidad para reducir su huella.
La realidad mundial obliga a las distintas industrias a continuar sus actividades con base en prácticas sustentables; inclusivas y ambientalmente viables a fin de reducir su impacto en el planeta. En las actividades mineras, esto ha servido para dar forma a la minería sostenible; un concepto que permite que la ciudadanía conozca los beneficios de esta actividad productiva; al tiempo que establece una mayor limitación de la huella ambiental de los proyectos mineros.
En 2006, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) destacó la necesidad de que la minería realizara cambios profundos; buscando un desarrollo sostenible en la región. Igualmente, enfatizó en la implementación de prácticas para evitar la contaminación de suelos y aguas; la realización de estudios de impacto ambiental, así como disposiciones generales para el ahorro de energía.
A partir de entonces, las empresas mineras también han tratado de minimizar su impacto en el ambiente; para cuidar que los yacimientos cerrados tengan condiciones mínimas para su reutilización. Además, la industria ha fomentado un crecimiento más sostenible; mediante prácticas destinadas al cuidado y reciclaje del agua; la reducción en el uso de combustibles fósiles para cumplir con las demandas energéticas de las minas; y la eliminación de los desechos generados por la producción de minerales.
Por ejemplo, en Chile, la Compañía Minera Sierra Gorda SCM ha incorporado varias tecnologías; que apuntan a minimizar el impacto ambiental de sus procesos mediante un uso eficiente de agua y energía. El uso de molinos HPGR y de agua de mar recuperada de una planta termoeléctrica durante la elaboración de concentrados de cobre y molibdeno; ha abonado a una mejor conservación de los recursos en las minas del país sudamericano.
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Asimismo, en Canadá se ha procurado que los recursos hídricos se reutilicen en actividades mineras. En ese país, el agua reciclada ha sido empleada para alimentar lagunas de sedimentación; las cuales son tratadas y monitoreadas para evitar impactos negativos sobre la salud de la población cercana.
En cuanto al cierre sostenible de minas, una práctica cada vez más común implica la rehabilitación de yacimientos; para reutilizarlos del mismo modo en que se hacía previo a su uso por parte de la industria minera. En Canadá y Estados Unidos algunos yacimientos cerrados funcionan como museos y centros científicos; mientras que en Suecia, Polonia y Gales esos espacios se han destinado a la creación de áreas recreativas, jardines o parques.
En México, 111 empresas mineras, en conjunto con la Cámara Minera de México (Camimex), han invertido recursos para participar en actividades para el cuidado de la biodiversidad; la protección de los recursos naturales y la gestión eficiente del agua. También han colaborado en programas de reforestación, uso de fuentes renovables de energía y conservación de fauna; en el marco del programa de industria limpia impulsado por autoridades como la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa).
“El sector cumple con al menos nueve leyes y sus reglamentos en materia de prevención y protección al ambiente. Es el único sector que tiene siete normas oficiales mexicanas exclusivas que regulan sus procesos”; recordó en ese momento Fernando Alanís, presidente de la Camimex.
En 2019, el organismo reiteró que las empresas de su grupo incluyen varias estrategias de sustentabilidad en sus actividades; para fomentar el respeto y la creación de valor agregado en la calidad de vida de sus trabajadores. Del mismo modo, sus afiliados manifestaron su compromiso con el cuidado del medio ambiente; y la vinculación con las comunidades aledañas a las minas.